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DEVOCIONALES

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Tercera manifestación

Duración 369 días

Tercera manifestación
“… Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor. Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado. Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos” (Juan 21:1-14).
Lecturas adicionales: Jueces 13:25; Isaías 56:1; Mateo 28:20b; Romanos 8:18-19; 1 Corintios 1:7-9; 2 Timoteo 4:1; Tito 2:13.

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Jesús no nos trata en formas extrañas. Él nos trata como amigos en las situaciones diarias y cotidianas: Jesús les dijo: Traed de los peces que acabáis de pescar... Venid, comed”.

Al ser sus amigos, Jesús nos prepara el ambiente para tener la mejor relación con Él: “Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan”.

En medio de la amistad, de la relación con Él, Jesús nos recuerda quién es Él, y que es Dios el que provee, el Dios de milagros. Él depende de nuestra obediencia para ratificar su acción milagrosa: "Traed de los peces que acabáis de pescar. Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió” (vv. 10-11).

Sabemos que está con nosotros, y no nos atrevemos a preguntarle si es Él. Su presencia es inequívoca. La realidad de su presencia es una certeza que nadie nos puede quitar:Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor”.

“Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado”. Jesús, siendo el Cristo glorificado, les sirve de comer, y come con ellos.

Esto no es una historia del pasado, es una historia para hoy: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 3:20-22).
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