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DEVOCIONALES

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La presencia de Dios = Paz + Gozo

Duración 369 días

La presencia de Dios = Paz + Gozo
“Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas... vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Juan 20:19-20).
Lecturas adicionales: Salmos 85:8-10; Isaías 57:18-19; Marcos 16:14-15; Juan 14:27; 1 Corintios 15:5; Efesios 2:14-18; 2 Tesalonicenses 3:16; Hebreos 7:2.

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Esta es la primera aparición de Jesús a los discípulos.

Es un domingo glorioso, el domingo de la resurrección.

Los discípulos estaban congregados, pero centrados en el miedo: “... las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo”.

En medio de un ambiente de mucha tristeza y temor, aparece el “Príncipe de Paz” y emite su Palabra de ánimo: “Paz a vosotros”.

La reacción de algunos de los discípulos es de duda: “Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban” (Mateo 28:17).

Pero Jesús, amorosamente les demuestra que es Él: “les mostró las manos y el costado”. Él no los amonestó, los amó, lo que resultó en gozo: “Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor”.

Las circunstancias nos encierran en la prisión del miedo e inseguridad. No hay manera de evitarlas: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo... Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz” (Juan 16:33).

Gracias sean dadas a Dios que en medio de estas circunstancias, si estamos atentos, aparece el Príncipe de Paz trayendo gozo, aliento, esperanza: “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas” (1 Pedro 1:7-9).

La carta a los Efesios es bien categórica e inequívoca: “¡él es nuestra paz!” (Efesios 2:14). 
 
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