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DEVOCIONALES

Comunión extrema
“... El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él...” (Juan 6:52-59).
Lecturas adicionales: Isaías 14:24; 40:8; 1 Corintios 11:23-34; 1 Pedro 1:23.

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¿Cómo puedo aplicar estos principios a mi vida?

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Antes de comer “la carne de Cristo y de beber su sangre” es necesario reflexionar en lo que hacemos. Nunca debemos tomarlo a la ligera. Este es un medio de gracia por el cual Jesús nos invita a tener una comunión íntima con Él. Recordemos el sufrimiento por el que Jesús pasó por el perdón de nuestros pecados.

Por el poder de su sangre recibimos limpieza de mente y corazón y como dice Hebreos 4:15-16 “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.

Jesús es santo y su templo tiene que estar limpio.

La luz no puede convivir con las tinieblas. En el Antiguo Testamento si alguien se acercaba a la presencia de Dios estando impuro, moría. En Éxodo 19:21-22 dice: “Y Jehová dijo a Moisés: Desciende, ordena a pueblo que no traspase los límites para ver a Jehová, porque caerá multitud de ellos. Y también que se santifiquen los sacerdotes que se acercan a Jehová, para que Jehová no haga en ellos estrago”.

Hoy día no sólo podemos acercarnos a Dios, sino que Él mismo mora, vive, permanece en mí y yo en Él. En 1 de Juan 1:6-7 dice: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”.
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