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DEVOCIONALES

¡Murió!
“Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús” (Juan 19:41-42).
Lecturas adicionales: Lucas 24:19-21; 1 Corintios 15:55-56; Hebreos 9:27-28.

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Comúnmente ningún ser humano puede escapar a la muerte. Se sabe sólo de dos, Enoc y Elías.

“... en el huerto un sepulcro nuevo... Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús”. Jesús mismo, con todos nosotros, experimentó la muerte.

La muerte entró al mundo por el pecado de Adán: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).

La muerte es algo sombrío en la que nadie quiere pensar. Para la mayoría de los habitantes la muerte es signo de desesperanza.

PERO, “ahora lo ha revelado con la venida de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien destruyó la muerte y sacó a la luz la vida incorruptible mediante el evangelio” (2 Timoteo 1:10, NVI).

Jesús conquistó la muerte de una vez y por todas. La tumba no lo encerró a Él ni encerrará a ninguno que esté en Cristo.

Aquel que muera sin Cristo experimentará la muerte segunda: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte” (Apocalipsis 2:11). “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos” (Apocalipsis 20:6a).

“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8). 

 
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