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DEVOCIONALES

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Viviendo, pero ciego

Duración 369 días

Viviendo, pero ciego
“La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?” (Juan 4:11-12).
Lecturas adicionales: Isaías 64:6; Salmos 23:3-4; 103:3-5; Mateo 19:25-26; Colosenses 1:27.

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Cuando Dios nos encuentra en “el pozo de la vida” (así como encontró a la mujer samaritana), le presentamos la imposibilidad de nuestra condición. Él llega a nosotros y no comprendemos que para Dios todo es posible; no importa cuán profundo sea el pozo en que nos encontremos. En nuestra ignorancia, le decimos a Dios que Él no tiene condiciones para tratar nuestro caso. “La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo”.

Cuando Dios nos encuentra, sabemos que estamos en un pozo hondo. Un pozo de desesperación, de vicios, de ¡un pozo de arena movediza! ¡Vivimos hundiéndonos en lo imposible y no vemos salida!

Por lo general apelamos a sistemas religiosos para salir de esos pozos. Pero los sistemas religiosos son pozos en sí mismos y nos llevan a hundirnos más y más. “¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?”

La mujer samaritana que está al lado de un pozo físico de agua, también está en el pozo del pecado, de la perdición, de lo imposible; ella está, en el pozo de la desesperación.

Sin embargo, a nuestro lado, en el pozo de la desesperación, nada más ni nada menos, está Jesucristo, el Dueño y Señor del universo, aquel que nos puede rescatar de cualquiera que sea el pozo donde nos encontremos. ¡Hoy hay esperanza!

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