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DEVOCIONALES

Turbulencia
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (Juan 14:1).
Lecturas adicionales: Isaías 12:2-3; 43:1-2; Juan 16:26; Efesios 1:12-13; Filipenses 4:13.

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Circunstancias, familia, amigos, turbarán nuestros corazones. No hay manera de evitar tales hechos. La palabra para turbar es “agitar”, “afligir”. La traducción en lenguaje actual dice: “No se preocupen”.

La respuesta humana a las aflicciones, a las preocupaciones, es depender de nosotros mismos para soportarlas y cambiarlas. Jugamos un papel importante en cómo enfrentamos nuestras pruebas. Pero, al tratar de resolverlas por nosotros mismos, terminamos, derrotados y defraudados. Un corazón turbado es la puerta a la tentación de la incredulidad.

Fracasamos en la prueba y culpamos a Dios por la falta de solución cuando nunca le entregamos a Él el problema.

El corazón es el centro de la vida espiritual. Es el templo de Dios. Dentro del templo de Dios no debe haber inseguridad. ¡Debe estar limpio, aun de duda!

“No se turbe” es una orden, no es una sugerencia. Ante una orden debe haber obediencia.

La respuesta que Jesús nos da con respecto a las preocupaciones es clara y sencilla, pero la práctica no es muy fácil: Creer en Dios, creerle a Dios, o creer en Jesucristo.

Creer es dependencia total en Dios, obedeciéndolo radicalmente.

Aun en las peores circunstancias ¡EN CRISTO hay seguridad total!

“... creéis en Dios, creed también en mí”, es una frase en imperativo pero también es una invitación a confiar en Él. Cuando confiamos, hemos visto infinidad de veces la forma en que Jesús ha obrado a nuestro favor, llenándonos con su paz en medio de la tormenta. 
 
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