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DEVOCIONALES

Discipulado
“El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús” (Juan 1:35-37).
Lecturas adicionales: Génesis 5:22; 6:9; Deuteronomio 10:12; 2 Crónicas 27:6; Lucas 20:21; Hechos 16:17

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“… y siguieron a Jesús”. Las implicaciones de esta frase son muchas. ¿Qué motivó a dos personas que tenían un líder a dejarlo y seguir a Jesús?

Obviamente, Juan el Bautista los motivó, y los preparó. También, dentro de ellos la gracia de Dios los guió a Jesús.

Seguir a Jesús es más que una aventura de por vida, una meta, un logro, un objetivo, es dar el control de todo lo que soy a Dios.

¿Sabían los dos discípulos las consecuencias de seguir a Jesús? No. Tenían un rayito de luz de las posibilidades de seguirlo. Tal vez empezaron a seguirle pensando egoístamente, racionalizando lo bueno que sería estar al lado de alguien muy importante.

Seguir a Jesús comienza con un llamado interno a algo más grande que nosotros. Es la eternidad, lo infinito llamando a lo finito.

Una vez que comenzamos a caminar con Jesús, vemos más y más quién es Él. Comprendemos sus motivaciones y queremos ser como Él.

Al caminar con Jesús comenzamos a vislumbrar el costo de seguirlo, y nos damos cuenta que el costo es el mismo que Él pago. Jesús lo dio todo.

“… siguieron a Jesús” tiene implicaciones para todos los que están cerca. Seguirlo a Él, invitará a las personas cercanas a nosotros a hacer lo mismo.

Un día nos daremos cuenta que no hay vuelta atrás. Estamos plenos, gozosos, hemos llegado a conocer que seguirlo es la verdadera razón por la que existimos.

Estos dos discípulos no entendieron al principio todo lo que involucraba seguir a Jesús. Sin embargo, el Evangelio de Juan es una evidencia de que valió la pena. Juan lo deja registrado y nos guía a todos a hacer lo mismo.

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