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DEVOCIONALES

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¡Detente, escucha a Dios!

Estudio del libro de Génesis

Duración 233 días

¡Detente, escucha a Dios!
“En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí. Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte. Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel” (Éxodo 19:1-3).
Lecturas adicionales: Salmo 27:8; Isaías 55:6; Amós 5:6; Mateo 6:33; Lucas 10:39-42; Colosenses 3:1.

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En nuestro recorrido ministerial debemos dedicar tiempo para acampar. ¡Detenernos!: “En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto… llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto…” (vv. 1-2).

La búsqueda de Dios es un acto voluntario, una decisión personal que ningún otro puede hacer por mí: “Y Moisés subió a Dios” (v. 3). “Buscad a Jehová y su poder; buscad su rostro continuamente” (1 Crónicas 16:11).

Lo importante del encuentro con Dios es su llamado. Suba al monte a buscarlo y espere hasta que Él lo llame: “y Jehová lo llamó desde el monte” (v. 3b).

¿Cómo buscar a Dios? ¿Cómo escucharlo? Por lo general, no es con nuestros oídos físicos, sino con nuestro corazón. Muchas veces sentimos su presencia, y en ocasiones muy importantes nos habla directamente al corazón. Sin embargo, hay momentos en que quisiéramos verlo cara a cara y poder abrazarlo o besar sus pies. Otras veces tan siquiera tocar su manto. ¡Qué lindo sería escuchar su voz o tal vez mirarlo directamente a los ojos! O sentarse a su lado y sólo escuchar lo que quiere decirnos. ¡Duele el solo pensar en que en cierto sentido no puedo! Digo que en cierto sentido, pues en el Espíritu sí podemos. En el Espíritu, sí lo escuchamos, en el Espíritu, sí lo abrazamos y en el Espíritu gozamos de su amor, dirección y de su presencia.

El propósito de un encuentro con Dios no es sólo para escucharlo, sino para entregarle a sus hijos la palabra de Dios: “Así dirás a la casa de Jacob” (v. 3c).

Hoy oro para que nos detengamos, busquemos al Señor y escuchemos su tierna voz.
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