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DEVOCIONALES

El empleado
"Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas" (Juan 10:12-13).
Lecturas adicionales: Zacarías 11:17; Mateo 7:15; Marcos 12:29-31; 1 Pedro 5:2-3.

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Hay tres tipos de empleados: (1) El empleado excelente. Aquél que aunque tiene intereses propios, lo hace todo con excelencia. Va más allá de su deber. Por lo general, a éstos suelen elevarlos como supervisores, y muchas veces reciben el privilegio de ser copropietarios o accionistas de la compañía. (2) El empleado bueno. Hace lo que tiene que hacer y punto. No va más allá del deber. Funciona casi siempre por temor a perder su empleo. (3) El mal empleado. Este es el que trata de ganar su salario aun sin hacer lo mínimo necesario. Es tramposo, si puede robar lo hace, y está siempre listo a discutir por más.

El "asalariado" de este pasaje es un mal empleado. No cumple su trabajo: “ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa... no le importan las ovejas”. Jesús aquí se refiere a aquellos que deben cuidar a sus ovejas. Son personas religiosas e interesadas en sus propios intereses, no en los intereses del Reino. Realmente los intereses del Reino son las personas.

Un asalariado malo "no es el pastor". No es un discipulador. No ama a Dios, ni al prójimo. Dios nos proteja de ser malos asalariados. El verdadero discípulo ama a otros y los trata por amor a Dios como su prójimo amado.

Nuestro pastor por excelencia es Jesús, pero también conocemos pastores llenos del amor de Cristo hacia su prójimo, quienes llenan nuestro corazón de gozo y nos inspiran a seguir adelante a pesar de toda circunstancia. Que cuando partamos de este mundo, ¡el Señor nos halle fieles a su llamado! 
 
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