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DEVOCIONALES

Partiendo el pan
“Y tomó Jesús aquellos panes... los repartió entre los discípulos...” (Juan 6:11).
Lecturas adicionales: Isaías 53:5; Lucas 22:19; Juan 6:48, 12:24; Romanos 12:1-2; Corintios 5:15.

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Jesús “... partió los panes”. Tal vez esta sea la parte más difícil para que se lleve a cabo el milagro de la multiplicación. La acción de Jesús tipi ca su muerte. Él, el pan de vida, fue quebrantado por nosotros, y estuvo dispuesto por completo a ser entregado. Debemos considerarnos “panes” para ser quebrantados en sus manos para satisfacer a otros con Jesús, el pan de vida. 

Inmediatamente del quebrantamiento viene la repartición o distribución, es decir, el ser gastado para su servicio: “los repartió entre los discípulos”. No hay multiplicación si no hay repartición. Nuestra vida debe ser compartida, no para nosotros mismos, sino en otros, afuera de nuestro círculo íntimo (eso sí, sin descuidarla). 

Una vez que hayamos comido de este pan, que hayamos conocido Quién es y cómo nos satisface en espíritu, alma y cuerpo, no podemos hacer más que compartir este precioso pan con todos los que nos rodean. 

La cumbre de la multiplicación se da cuando los discípulos tienen discípulos. Así como Dios se entrega a sí mismo por otros, debemos permitir que Él nos comparta a otros, para multiplicarnos: “los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados”. 

“Aunque tenga que ser partido/a, Tú eres el pan de vida y sin ti es imposible. Sé Tú, Jesús en mí y párteme para ser entregado/a a los demás. Quiero servirte en el lugar donde Tú me pongas. Ayúdanos a imitarte amando, orando, enseñando, sanando y sirviendo allí donde haya más necesidad”. 
 
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