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DEVOCIONALES

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Diagnóstico clásico de la carnalidad

Duración 369 días

Diagnóstico clásico de la carnalidad
“Cuando Pedro le vio [a Juan], dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú. Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?” (Juan 21:21-23).
Lecturas adicionales: Romanos 8:5-8; 1 Corintios 2:12-16; 3:1-3; Gálatas 5:17, 19-22.

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Jesús le profetiza a Pedro, que un día, él sería lleno del Espíritu Santo y que Pedro no se gobernaría a sí mismo, sino que el Espíritu de Dios sería el Amo y Señor de él, y que estaría dispuesto a dar su vida por Jesús (véase Juan 21:20).

La respuesta de Pedro es el síntoma clásico de la carnalidad: “Cuando Pedro le vio [a Juan], dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?”

El carnal siempre se está comparando con otros y no con Jesús. Siempre se considera mejor que otros y apunta con el dedo a las faltas de otros.

La respuesta de Jesús a la carnalidad es: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?”

La clave está en la frase: “Sígueme tú”. Necesitamos estar atentos a nuestras pisadas. ¿Estamos imitando a Jesús en todo momento?

Hay tres tipos de personas según Pablo en 1 Corintios 2:14–3:1. (1) La persona “natural”, la que no conoce a Dios, ni le importan las cosas de Dios: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (2:14).

(2) La persona “carnal”, (véase 1 Corintios 3:1). Es aquella que vive según sus propias fuerzas para agradar a Dios. También es la que envidia y critica constantemente. (3) La persona “espiritual” que vive para Dios, depende de Dios en todo, busca la voluntad de Dios en todo, tiene el fruto del Espíritu (amor). Es una persona que busca conocer el corazón de Dios con todo su ser: “En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (2:15-16).
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